capitulo cuatro en el que se roban cosas

Hoy ha pasado algo inédito, os cuento.
Estábamos en el descanso de escultura y mi estomaguillo me pedía algo de alimento. Baje a la maquina expendedora.

Primero estuve allí un rato, mirando lo que me cogería, la verdad es que la mayoría de las cosas que hay ahí dentro son porquerías, así que elegí unas pipas peladas, que mas o menos son mas saludables. Y cuando estaba yo apunto de meter las monedas dentro de la maquina, una compañera me dijo que la maquina estaba abierta.

Fue un momento extraño, se rompieron las reglas. La maquina abierta, llena de porquería industrial esperando que unas manos se las llevasen de allí. Aquello empezó a llenarse de gente, cogían de todo, y yo, la verdad, es que no fui menos.

Lo extraño es que este pequeño delito fue como una pequeña liberación y un descargue de risas y adrenalina brutal. Robar es realmente algo tentador, es como una reacción a nuestros instintos mas primigenios que han sido sellados con llave. Ese cofre de instintos que el sistema nos ha hecho esconder emerge brutalmente ante la mas mínima oportunidad o la mas graciosa y perversa casualidad.
Nunca me había pasado esto, tampoco es que sea una cosa muy especial, pero se convierte en un momento que recordar, ya no por el "botín" sino por las reacciones que genera en nosotros y la manera de comportarnos ante esta anécdota tan peculiar. La verdad es que no puedo evitar sentirme mal por el pobre chico que se lleve la culpa. Se paga caro el error humano y el desenfreno de otros también.

Cualquier dia de estos os invito a una merienda en mi taquilla, revautizada como caquilla.

(fotos en cuanto las tenga)